A través de la historia estudiamos diversos momentos que cambiaron el curso de nuestras vidas pero, el 23 de septiembre recordamos el grito de Lares, un intento por la independencia de los puertorriqueños. El problema es que se quedó en exactamente eso, un intento. ¿Por qué lo recordamos? ¿Por qué nos conformamos con decir: al menos lo trataron? ¿Es que la ambición del puertorriqueño es tan poca que nos conformamos con un intento? Esto, no se ve solamente en los intentos revolucionarios sino que también, en nuestro diario vivir. Uno de los lugares donde más claro se puede ver es en las escuelas, un micro mundo que refleja lo que ocurre fuera de sus paredes. Por lo cual, no nos debe sorprender que el pueblo puertorriqueño se conforme con la mediocridad si cada día hay más y más estudiantes que dicen: “¿por qué pasar más trabajo si con el esfuerzo mínimo paso, no necesito excelente, con aceptable estoy bien.” Si en la historia recordamos a las personas destacadas, las personas que cambiaron el mundo, Puerto Rico no quiere ser recordado. Nos preguntamos por qué nadie reconoce a este país? Pero nunca hacemos nada para cambiarlo. Aspiramos a las estrellas pero tan pronto nos topamos con el primer problema nos conformamos con lo que tenemos, nos conformamos con lo mediocre, y ese es exactamente el problema, nos conformamos. Pedimos cambios, exigimos mejoras pero no estamos dispuestos a trabajar para ello. Pensándolo bien, la triste realidad es que el puertorriqueño no se conforma, no, eso requeriría aceptar su situación, el puertorriqueño se queja, llora y pataletea como un niño pequeño pero al final del día esas lágrimas, esos gritos, esas palabras se las lleva el viento, porque a nadie le importa lo suficiente como para trabajar por lo que quiere.
Por Nicole Méndez para Se Rompió el Cristal.